Escritores
arequipeños
MARIANO
MELGAR
Breve y tocada
por el infortunio fue la vida de Mariano Melgar, el joven poeta y músico
arequipeño encendido por un amor sin tregua por la mujer de sus sueños, Silvia.
Poeta y tañedor por excelencia del «yaraví», combatiente por la independencia
nacional, cayó abatido por las balas realistas triunfantes, después de la
batalla de Umachiri, el 12 de marzo de 1815.
Un hálito
romántico y de inteligencia superior rodea a Mariano Lorenzo Melgar, desde sus
primeros años. Nacido el 12 de agosto de 1790, del segundo matrimonio de su
padre, don Juan de Dios Melgar y Sanabria, con doña Andrea Valdivieso y
Gallegos, vivió con sus ocho hermanos de padre y los diez de padre y madre en
la antigua calle de Santa Teresa, casi flanqueada por los templos de Santa
Marta, Santa Teresa y San Pedro. El espíritu familiar, el ambiente pacato de la
Arequipa de entonces y tal vez su propia inclinación inicial, le llevaron
tempranamente a la carrera sacerdotal. Pero el espíritu liberal iba invadiendo
su corazón, y tímida y medrosamente dejó un día los acordes sacros para ensayar
una muy tenue melodía profana de su inspiración.
Inclinado hacia
la música, Mariano Melgar abandonó la carrera sacerdotal y dejando el órgano
sonoro al que arrancaba notas dedicadas a Dios, pulsó la guitarra, la primera
guitarra que le regaló su amigo Pascual Arias, para dar rienda suelta a un
amor, al más apasionado amor por una mujer, cuyo nombre ni siquiera se atrevió
a mencionar en sus versos de desesperación y desconsuelo.
Cruzando el
rumoroso río, en una casona secular, vivía María Santos Corrales, prima de
Melgar, la Silvia de su inspiración y fuente de su amargura sentimental. Los
primeros escarceos amorosos calaron tan hondo en el corazón del joven ex
seminarista, que todo su impulso vital se dirigió hacia la mujer amada; y
música y verso brotaron de su inspiración juvenil, para cantarle.
DEÁN
VALDIVIA
Símbolo
permanente de Arequipa, Juan Gualberto Valdivia, más conocido como el deán,
simboliza la pasión terca, nacionalista y libertaria del espíritu arequipeño.
Primerísima figura en la turbulenta etapa de las revoluciones de Arequipa. Su
oratoria llega al nivel del pueblo, al que arrebata con su ira santa. En 1856
fue elegido diputado por Arequipa a la Convención Nacional. Fue uno de los
fundadores y presidente de la Academia Lauretana. Fundó el colegio nacional de
la Independencia Americana, del cual fue director en 1827 y 1844. Contribuyó a
fundar la Universidad de San Agustín de Arequipa, asumió cátedra y ocupó el
rectorado en dos oportunidades. El deán Valdivia nació en la humilde caleta de
Cocotera distrito de Tamboallá por el 12 de julio de 1796. Murió el 12 de
diciembre de 1884. Tres años antes, al cumplir 85 años de edad, la ciudad de
Arequipa le tributó un gran homenaje.
FRANCISCO
JAVIER DE LUNA PIZARRO
Entre la pléyade
de hombres ilustres formados por el obispo Pedro José Chávez de la Rosa, fue
figura prominente Francisco Javier de Luna Pizarro. Maestro y hombre público,
cuya personalidad sobresale con propios caracteres en los albores del Perú independiente.
En el primer congreso de la República ocupó el encumbrado cargo de presidente,
destacándose como gran orador y profundo patriota. En 1800 se graduó de
abogado, y desempeñó cátedra y el vicerrectorado del seminario de San Jerónimo.
En España fue capellán del presidente del Consejo de Indias y al regresar al
Perú fue incorporado al cabildo de Lima. El virrey Abascal le hizo rector de
San Femando. Durante su vida religiosa fue deán, obispo de Alalia y arzobispo.
El Partido Republicano le tuvo como jefe, lo que le valió destierros y
persecuciones. En 1834 desempeñó la cátedra de Hacienda.
JOSÉ
GREGORIO PAZ SOLDÁN
Tenía
veinte años de edad cuando escribió, siendo profesor del seminario de Arequipa,
un Tratado de derecho canónico, que llamó poderosamente la atención. De
inteligencia brillantísima y gran erudición, Paz Soldán se constituyó en uno de
los más prominentes personajes de la época, como jurista, hombre público,
periodista combativo y maestro. Fue varias veces ministro y magistrado. En 1864
presidió el Primer Congreso Americano de Lima, imponiendo su nombre entre las
grandes figuras. Como periodista combativo trabajó intensamente en el periódico
La Bandera Bicolor.
EVARISTO
GÓMEZ SÁNCHEZ
Su empecinado
esfuerzo tuvo brillante culminación con la fundación de un foco de ilustración
y cultura como fue la Academia Lauretana, en 1822. La Academia, de la cual
formaron parte los más ilustres hombres de la época, fue la base para la
Universidad de San Agustín. Gómez Sánchez fue varias veces elegido diputado y
llegó a ser vocal de la corte suprema. Falleció en agosto de 1841.
MARIANO
EDUARDO DE RIVERO
Nombradla
internacional tuvo el sabio arequipeño Mariano Eduardo de Rivera, nacido en
1798, quien después de cursar estudios en Inglaterra presentó a la Academia de
Ciencias de París su hallazgo de una nueva especie mineralógica que denominó
humboltina. Desarrolló una permanente labor de fomento de la minería e
industrialización del país y ha dejado abundantes trabajos que describen sus
investigaciones científicas.
FRANCISCO
GARCÍA CALDERÓN
A los 26 años de
edad publicó su Diccionario de la legislación peruana, obra en la que reveló su
notable erudición. Fue, además, maestro de frenología, fisiología, matemáticas,
astronomía y derecho. La Real Academia de la Lengua lo nombró socio
correspondiente. Como político asumió la presidencia de la República en los
difíciles años de la guerra con Chile, siendo llevado prisionero a Santiago por
su inquebrantable decisión en defensa de la integridad nacional, en la que
nunca claudicó. En verdad, fue un «presidente mártir».
FRANCISCO
MOSTAJO
«Hasta cuando
elogia, Mostajo parece que agrediera», se ha dicho de ésta, una de las más
populares figuras de la Arequipa literaria y combativa, cuya personalidad
desbordante llena casi medio siglo. Mostajo nació el 3 de octubre de 1874 y
desde joven su actividad intelectual cubrió los cauces de la historia, la
poesía, el periodismo y la política. Su nombre está íntegramente ligado al
caudillaje en Arequipa y su fogosa oratoria inflamó muchas veces al pueblo y lo
condujo a estallidos libertarios; porque Mostajo fue un ardoroso defensor de la
libertad y del Derecho y fundador del Partido Liberal. En 1931 fue llamado a
ocupar la cartera de Justicia. Compuso poemas, narraciones, fue catedrático,
crítico literario y en la magistratura alcanzó el rango de vocal. Mostajo murió
el 27 de marzo de 1953, recibiendo entonces muy alto y merecido homenaje de su
pueblo.
VÍCTOR
ANDRÉS BELAUNDE
Arequipeño
nacido el 15 de setiembre de 1883. Maestro, diplomático, periodista, escritor y
hombre de Derecho, Belaunde llena toda una etapa de la historia diplomática del
Perú, llegando a ser representante del Perú ante la Asamblea General de las
Naciones Unidas. Profundo católico, poseedor de un patriotismo del que hacía
gala, era, además, ferviente demócrata. Su actividad cultural fue muy vasta,
siendo honrado por numerosas entidades nacionales e internacionales, que le
solicitaron su colaboración. En 1931 fue elegido representante a la Constituyente
por el pueblo arequipeño. Su obra escrita es múltiple destacando, entre otras
publicaciones, La realidad nacional, Meditaciones peruanas, etc. Cuando
desempeñaba la delegación del Perú ante la ONU, le sorprendió la muerte el 14
de diciembre de 1966.
JUAN
LANDÁZURI
Ex arzobispo de
Lima y primado del Perú. Nació en Arequipa el 19 de diciembre de 1913. Después
de hacer sus estudios secundarios, ingresó en la Universidad San Agustín de
Arequipa para estudiar Derecho, cursando el primer año de Letras. Abandona sus
estudios para seguir su vocación religiosa ingresando en 1932 en la orden de
los frailes menores, en la provincia misionera de San Francisco Solano. En 1939
fue ordenado sacerdote en Ocopa. Viajó luego a Roma doctorándose en Derecho
Canónico en el Ateneo Pontificio Antoniano, con la mención «summa cum laude».
Hasta 1951 fue
provincial de su orden en el Perú, y luego definidor general para América
Latina en la curia generalicia de la orden en Roma. En 1952 fue preconizado
arzobispo coadjutor y el 24 de agosto del mismo año fue consagrado en la
catedral de Lima. En 1954 fue elegido vicario capitular de la arquidiócesis de
Lima.
En 1956 creó la Misión de Lima, para auxilio de
las barriadas, y la Oficina Nacional de Educación Católica; dio su actual
organización a Cáritas del Perú. En 1962 S.S. Juan XXIII lo nombró cardenal. En
1959 convocó y presidió el XVII Sínodo Arquidiocesano de Lima, que contiene una
valiosa documentación eclesiástica; en 1967 organizó la misión conciliar de
Lima y entre 1968 y 1979 asistió a múltiples conferencias episcopales,
especialmente las de Medellín y Puebla. Su
trayectoria y
prestigio le merecieron en repetidas oportunidades ser designado como legado
papal en los congresos eucarísticos nacionales.
Fue condecorado
con la Gran Cruz de la Orden del Sol del Perú; Gran Cruz de San Raimundo de
Peñafort de España; la medalla de oro de la ciudad de Arequipa, entre otras.
Además, diversas universidades le concedieron el doctorado honoris causa. Su
carisma personal le había granjeado el cariño de la población, por lo que su
deceso, ocurrido el 16 de enero de 1997, causó honda consternación. Sus
funerales, celebrados con toda pompa, convocaron a multitudes.
NICOLÁS
DE PIÉROLA
Pequeño,
nervioso, ágil, la frente despejada, la mirada firme, rápida en la concepción y
en la actuación, primer auténtico conductor de multitudes en nuestra historia
política, don Nicolás de Piérola, el Califa, es el abanderado de la lucha por
la democracia, el derecho y el respeto a la ley.
Cuando el héroe
de la Breña, Andrés A. Cáceres, mal aconsejado, trata de perpetuarse en el
poder (1894), el Califa enarbola la bandera de la subversión y el 18 de marzo
de 1895 irrumpe con sus guerrilleros en Lima, por la puerta de Cocharcas,
apoderándose de la ciudad, quedando más de mil muertos en las calles, en la más
violenta lucha callejera que recuerda la historia nacional.
«Piérola en la
casa de Pizarra enseña que en apenas cuatro años de gobierno es posible
levantar desde sus escombros un país en derrota, moralizar la administración
pública, desterrar la adulación y el servilismo, poner en orden las finanzas,
modernizar las instituciones armadas y enseñarles los límites estrictos de la
alta misión que desempeñan en guarda del cumplimiento de las leyes y de la
integridad del territorio» (Enrique Chirinos Soto).
Nacido en
Arequipa, el 5 de enero de 1839, en el seno de una familia profundamente
religiosa que lo indujo a seguir estudios en el seminario de Santo Toribio,
donde llegó a vestir hábitos, fue el sostén de sus hermanos cuando, a la muerte
de su padre, quedaron en la pobreza.
En 1860 deja el
seminario, se dedica a actividades comerciales y se gradúa en la facultad de
Derecho con una tesis sobre «El deber y la soberanía».
Poco después
funda el diario conservador El Tiempo, desde el que ataca a Pezet.
A la caída del
gobierno de Pezet, Piérda se dedica nuevamente al comercio, hasta que urgido
por el entonces presidente José Balta acepta desempeñar la cartera de Hacienda
en 1869.
El éxito de su
gestión le abre las puertas de la fama y comienza a gestarse el caudillo de
ímpetu arrollador en el corazón de las multitudes. Tiene condiciones para
serlo. Espíritu de organización, audacia, don de mando, rebeldía y una pasión
incontenible en su acción para crear en el país un auténtico espíritu
democrático y de responsable respeto a la ley.
«Esas
características de su personalidad lo hacen ‘conspirador impertinente’ entre
1872 y 1879; dictador egolátrico en 1880 frente a la tremenda responsabilidad
de dirigir a un país invadido y vencido; peregrino en Europa y en Estados
Unidos hasta 1883; perseguido y ‘fuera de la ley’ hasta 1894; caudillo
triunfante en 1895; estadista eficaz en 189599, cuando se presenta, en relación
con la dictadura, como si en la Grecia clásica de Alcibíades se hubiera
convertido en Pericles; patriarca, santón y oráculo hasta 1913; su vida fue un
luchar constante sin asustarse ante los obstáculos presentados por la
naturaleza, o por las circunstancias, o por sus poderosos enemigos» (Jorge
Basadre).
Después de su
formidable triunfo en Lima en 1895, donde con sus guerrilleros entró a sangre y
fuego en Lima, en medio de la neblina y de una lluvia de balas, Piérola realiza
un gobierno de renovación y de progreso en todos los órdenes de la vida
nacional. Al concluir su mandato, se niega a escuchar a quienes le aconsejan
que se mantenga en el poder y cumple el mandato constitucional entregando la
presidencia de la República a su sucesor legítimo. Víctima de las intrigas
políticas, hostilizado por sus enemigos y desengañado, el Califa muere en Lima
el 23 de junio de 1913.
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